lunes, 4 de julio de 2011

Morbo mambo!

Regodearse en una fantasía, sea de la índole que sea, resulta en cierto punto, morboso.
Es el morbo intelectual, aquél que nos induce a plantearnos escenarios, hermosas fábulas, exitantes escenas, exitosas historias, en las que la fantasía anda vestida de gala. Pero hete aquí que en su mano lleva un punzón y mientras danza circularmente por el salón, cada vez que nos roza nos pincha, y nos duele -en ese momento abrimos los ojos y achicamos la mueca-. Sin embargo, tardará toda otra vuelta en pasar, entonces nos entregamos una vez más, a sabiendas de que la bailarina continuará su traslación, punzón en mano.
Nosotros, auto-atrapados en la pista de baile, nos encontramos ante la encrucijada que puede terminar el show, apagar las luces (descolgar las guirnaldas y dejar de apretar el pomo), y acabar con la incipiente herida que las reiteradas vueltas de punzón nos empieza a formar.
Supongamos que lo hacemos, cerramos el salón. Y cuando salimos, cantidad infinita de gente camina de un lado para otro pisando las guirnaldas, y en la esquina, la fantasía cobra por hora.
Supongamos, por el contrario, que subimos la música y agrandamos al máximo la mueca, los ojos cerrados por fuera y abiertos por dentro, la púa en el disco, y a girar. Pero la dama vestida de gala no resigna su punzón, ni su lugar.
Creo que la cuestión esta en saltar afuera cuando el punzón esta por llegar, y pedirle a la gente que no nos pise las guirnaldas.